Thursday, July 1, 2010

Me cansé de ser invisible. Estoy haciendo dieta.

Si amigas por enésimoquinta vez en mi vida empiezo de nuevo con el tema de la dieta...qué piña.
Pero ustedes se preguntarán por qué razón yo digo que me cansé de ser invisible; bueno porque es la más pura verdad, es una relación inversamente proporcional a más gorda te pones, menos te ven, menos existes...pero no sólo para el sexo masculino, para todo el mundo.
Tus amigas sienten algo de vergüenza cuando te llevan a una discoteca porque no puedes ponerte -como corresponde- una micro mini. O eres el tema de conversación de tu mamá con sus amigas, expresando con suma preocupación que le recomienden un "buen doctor de la dieta" para ver si por fin adelgazas, o uno mismo sin ir muy lejos: el sexo pasa a ser una experiencia a ciegas, porque no importa si a tu pareja le gustas así, le gustan rellenitas o simplemente te ama y realmente esos kilos de más no hacen mella en él. Tu apagas la luz, porque mil millones de imágenes mentales vienen a ti, pensando en cómo lucirás y aunque tú lo ames y te guste hacer el amor con él, no lo disfrutas, porque los kilos de más matan el líbido y la lujuria rapidito.
Lo más terrible de este asunto es que después de mucho analizarlo me he dado cuenta que el tema de la comida no es algo que sólo me mortifique o me ataque a mí, sino que es el gran enemigo de todas las mujeres que conozco. No importa si eres flaca como un palo y entras en todos los estándares que la sociedad impone, igual la comida te mortifica, a unas (como yo) por lograrlo, a otras (las que lo logran) por mantenerlo.
Yo he llegado a pensar que entre las mil correcciones que le han hecho a la Biblia le quitaron un pedacito al párrafo donde Eva le daba la manzana a Adán y Dios le decía "por haber comido de lo que no debías, la comida ahora será tu mayor castigo". Es que tiene que ser, porque no entiendo cómo nosotras pasamos una vida de culpabilidad por cada bocado.
Además si encima de eso, naciste latina, la vaina se potencia, porque las mujeres latinas en general somos extremadamente competitivas. ¿La razón?, bien sencillo si por cada 7 mujeres latinas hay un hombre, para poder ser la elegida por ese "raro especimen" tienes que estar recontra-extra-buenísima.
Por eso en Latinoamérica es donde más se venden productos de belleza, se hacen cirugías, tratamientos adelgazantes y cuanta ñema se te ocurra...¡¡¡Hay 6 guevonas más que tienes que dejar atrás!!!, así que pasamos la vida entera en una especie de concurso de belleza, que fácilmente podría llamarse "Miss señora de tal" porque obviamente el premio es el velo y la corona.
Y es así que pasas una vida donde tener hambre es realmente una especie de "tara" que tiene tu organismo. Es demasiado arrecho. Tu sales con cuatro amigas que están flaquísimas todas (y obviamente una tiene su cauchito) y van a almorzar, el momento de pedir la comida es uno de los instantes más angustioso que uno puede vivir, ¡porque te da vergüenza tener hambre!
Aquella pide 3 cc de café, "no me le ponga nada de azúcar", la otra una lechuga magra-orgánica "sin nada de aderezo", la última "un consomé desgrasado sin sodio", y cuando el pobre mesonero cansado de escribir y tomar todas las precauciones se voltea hacia ti y te pregunta ¿y usted? uno lo que quiere decir es "yo quiero una hamburguesa y échale hasta mal de ojo!"...pero no puedes, porque la expresión de “perdedora” con la que te ven, es muy dura y la cara de asco que ponen si tu te sobrepones a eso y la pides -sin importarte nada- es terrible. Cuando por fin terminan, todas te ven con cara de "te mereces ser así", porque de alguna manera ellas pagan contigo la arrechera de que tú no tienes hambre y ellas si.
Y me imagino que más de una que lea esta vaina enseguidita comentará: "yo no hago dieta porque quiero gustarle a nadie, lo hago por mi misma, para estar sana". Déjenme decirles que esa mentira no se la cree ni su abogado y que el tema de la salud normalmente es el que menos le importa a ninguna, porque si tu ves a una amiga que tenías tiempo sin ver y cuando te la consigues descubres que ha perdido tres tallas, lo primero que le preguntas es "Cómo adelgazaste, dime qué estás haciendo?" y si tú amiga te dice que se está tomando unas pastillas buenisimas de "mierda de mono con cianuro" uno automáticamente pregunta ¿Dónde las puedo comprar?
Y te las tomas, y vas para casa de chinos a que te pongan por la vena un suero adelgazante que ni idea de qué carajo es realmente o tomas gotas, pastillas de dudosa procedencia, te haces una liposucción en cualquier tugurio y si hubiese un brujo que adelgazara, también te darías unos ramazos.
Entonces no nos engañemos, estar delgado es encajar en una sociedad donde invariablemente todos pertenecemos y yo como cualquiera de ustedes juego en el mismo juego y sufro la presión y las consecuencias.
Ahora estoy tratando de cambiar mi visión y lo primero es aceptarme. Estoy de acuerdo que estar delgado es salud, pero estar delgado no es entrar en una talla preestablecida. Yo soy una mujer grande que si logra meterse en una talla 6 -aunque todo el mundo diga, Lola está flaca y está bella- lo cierto es que estaría más cerca de estar enferma -llena de cuerpos cetónicos y propensa a un infarto- que sana, porque no es mi naturaleza ni mi contextura y si éste es el cuerpo que Dios me dio, ya es hora de aceptarlo, coño!
No es lógico que tenga tanto sobrepeso y contra eso estoy dispuesta a luchar, lo que no voy a hacer es intentar ser una modelo. Yo tengo otros talentos. Basta con todas las presiones de la vida diaria como para que también tenga que agregarle la de ser perfecta. ¡No!
Por eso esta vez la dieta que estoy haciendo no es lo que la gente esperaría. No la estoy haciendo sólo para adelgazar. La hago porque en este país (Estados Unidos) la comida es prácticamente un veneno y debido a mi condición alérgica me esta matando. Y aunque lo de la dieta sea una ladilla y uno se queje de mil cosas en el constante devenir de nuestra existencia, para mi no hay nada más bello que vivir la vida, dormir en los brazos de un hombre y reirme de todas las pendejadas que mi amado sobrino Alberto me hace todos los días.
Esa es la verdadera vida. Ahora soy talla 16 (invisible) cuando llegue a talla 10, lo sabrán, volverán a verme otra vez.

Las Lolaventuras
Julio, 2010